Un brote

Enero de 2011.
Fue un mal invierno, apenas salí de casa…

Y un día, sin que nada sucediera… sucedió MI PIE.

 

 

Acudí a realizar dos exámenes.
No andé mucho: coche, aula de exámenes, biblioteca, cafetería, aula, coche.
¡Y por la noche mis pies parecían morcillas! ¿Qué hice? Nada.
Fue una «señal» que mi cuerpo mandaba por si alguien la interpretaba…

Este es mi pie izquierdo que apenas se mueve, se arrastra, pero lo hace muy bien 🙂
Esta foto se la mandé a una amiga, porque estuvo todo el día conmigo – día en el que no pasó NADA que explicara este aspecto del pie -, y quería ver como alucinaba.

No tengo fotos del pie derecho, qué iba yo a saber… Estaba igual de hinchado, en cuestión de volumen, pero no presentaba eritema alguno (enrojecimiento).
La piel brillaba y estaba muy pálida, y el bultito del golpe del cristal de 3 años atrás, estaba más hichadito de lo normal.

Fuí a Urgencias, no podía andar nada, claro. Un esguince.
Que no me he caído, no me he torcido el tobillo, ¡si lo arrastro por el suelo!
Que era un esguince. Y a casa.
Semanas después acudí a un osteópata estupendo que conozco en Barcelona y al que visito de vez en cuando.
Se me pasó poquito a poco… durante unos cuantos meses de dolor, y de seguir dando vueltas, en urgencias y en consultas médicas, a este esguince que nunca fue.

Y quien haya leído el enlace sobre el SDRC/ DSR, es decir, la enfermedad que me han diagnosticado, pues… creo que, seguramente, esto NO le parecerá un esguince…